El valor del Private Equity como multiplicador de la riqueza

by Moris Beracha

Entre las ventajas de este tipo de activos financieros están crear valor a mediano y largo plazo, lograr un beneficio que se obtiene sobre inversión anualizado de entre 20% y 30% en un promedio de 5 años, y la posibilidad de tener participación en la dirección de empresas privadas o públicas.

El cambio es la regla de oro que potencia el crecimiento y por ende la riqueza. En el mundo de hoy, con nuevos protagonistas liderando el empuje de la economía mundial -como es el caso de China- y en medio de una caída generalizada de los commodities,  los Private Equity o Fondos de Capital Privado de Emprendimiento se hacen más visibles por su altísimo potencial para resucitar y multiplicar el capital privado.

Un Private Equity por definición es un activo financiero que tiene sus orígenes en Estados Unidos en la década de los años cincuenta. Su objetivo es financiar proyectos empresariales de cualquier tipo que no cuentan con la alternativa de obtener recursos a través de los mercados de capitales o los bancos.

En la década de los ochenta, el Private Equity experimentó un gran crecimiento luego de que las inversiones institucionales a largo plazo  como los fondos de pensiones, las empresas de seguros, las fundaciones y los endowments universitarios comenzaron a apalancarse.

De esta manera, los Private Equity empezaron  a ofrecer capital a empresas privadas con un alto potencial de crecimiento a cambio de controlar un porcentaje de las compañías que están financiando o de sus acciones.

Existen tres ventajas de invertir en fondos de Private Equity. La primera es la oportunidad de crear valor sobre un capital a mediano y largo plazo. La segunda es el beneficio que se obtiene: se calcula que el retorno sobre inversión anualizado es de entre 20% y 30% en un promedio de 5 años. La tercera ventaja es la posibilidad de tener participación en la dirección de empresas privadas o públicas.

Las compañías siempre están en la búsqueda de capitalización para nuevos proyectos. El sueño de toda compañía es crear valor; y al final aunque su origen sea privado o familiar- siempre anhela convertirse en pública a través de una oferta y cotizar en bolsa.

Hay al menos dos maneras de ver esta actividad financiera y de participar en ella. La primera es cuando las empresas que están naciendo recurren a los llamados venture capital –una subcategoría de la actividad del Private Equity- para la inversión necesaria en sus ideas e innovadoras.

La segunda es cuando la empresa está activa y cuenta con un track record o trayectoria de marca de alrededor de dos o tres años, y es allí cuando ya puede acercarse a un Fondo de Private Equity. En ese nivel una compañía sabe hacia dónde quiere seguir creciendo y cómo debe orientar tales planes. El fondo se encarga entonces no sólo de recapitalizar la empresa, sino que puede ocupar de los asuntos financieros de la compañía, dependiendo de los intereses de las partes.

¿Cómo se hace? Lo primero que se establece es cuál será la posición accionaría de ese Fondo de Private Equity dentro de la empresa. Hay fondos que sólo asumen 10% del total y otros toman más del 50%. Todo depende de la ruta empresarial que se marque.

Suelo recomendar que la alta gerencia de la empresa que decide crecer a través de un Fondo de Private Equity participe en el proceso adquiriendo acciones de esa compañía. Esto no sólo brinda fidelidad sino que hace el proceso mucho más interesante. Cuando me preguntan ¿Qué es lo que más me gusta de este tipo de actividad financiera? Respondo: La creación de valor. Es ese valor lo que hará diferente a esa empresa, no sólo por su filosofía, su manera de enfrentarse al mundo, y la multiplicación de su riqueza sino porque quienes forman parte de ella estarán seguros de hacia dónde quiere ir y cómo quieren llegar.

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