Una supuesta «regla de oro» de los inversores es alejarse de cualquier mercado que presente volatilidad. Muchos inversores consideran que ese es el mayor riesgo que enfrentan en el desempeño de su labor profesional. Quizá sea hora de pensarlo de nuevo.
La volatilidad es la medida que indica la frecuencia e intensidad de los cambios del precio de un activo en un tiempo específico. Si bien un mercado volátil tiene riesgos, como la caída de precios y el nerviosismo generalizado de los actores que reduce la capacidad de tomar decisiones lógicas y predecir comportamientos futuros, también ofrece buenas oportunidades.
Un inversor experimentado, capaz de mantener la calma en situaciones de elevado estrés, puede aprovechar este escenario para comprar activos a bajo precio que después aumentarán su valor. Desde luego, sé que es más fácil escribirlo que hacerlo en la vida real, pero la intención de mi post es hacernos repensar ciertas estrategias que damos por sentadas.
Y no solo en las bolsas de valores. Porque la volatilidad, en los mercados y en la vida real, también ofrece beneficios: ya sea un mayor retorno de inversión del esperado o la agitación, el llamado de atención necesario para replantearnos nuestra forma de actuar.